Aléjate del servibar

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Hace poco tuve la fortuna de pasar un fin de semana con mis amigas en un viñedo. Después de muchos meses sin salir y con los temas de conversación acumulados, emprendimos ese viaje en carretera. Llegamos a un hotel precioso, pequeñito, muy familiar y con todas las medidas de seguridad para no convivir con nadie más y no arriesgarnos a contagios.

Por estar platicando sin parar, nos dieron las diez de la noche sin haber cenado, y el hambre ya apretaba. Como sabíamos que el restaurante del hotel lo cerraban temprano, hablamos para pedir servicio a cuarto. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando escuchamos que no había tal cosa, que el restaurante había cerrado y que hasta el día siguiente no tendrían servicio de alimentos.

No solo de amistad viven las mujeres, así que consideramos nuestras opciones, que en realidad eran muy pocas, hasta que una de ellas dijo: «Lo siento, me voy a comer unos cacahuates del minibar». «No lo hagas , pensé. ¡No toques ese servibar!»

Lo bueno es que solo lo pensé, porque si no, hubiera parecido la loca del pueblo. ¿De dónde había surgido esa reacción tan intensa de mi ser? Claro, de donde surgen todas las respuestas intensas en nuestra vida: de mamá.

Mañana es el aniversario del día en que ella nació y no quiero empañar ni tantito su recuerdo juzgando o criticando sus métodos pedagógicos ,pero una cosa sí he de decir: Doña Nelly era clara y contundente. Ella me dijo alguna vez: «No toques el servibar; lo que venden ahí es un robo.» Yo obedecí los siguientes cincuenta años. Así es, grabado en mármol en mi memoria quedó esa enfática aseveración y jamás, leyeron bien, jamás había yo osado desobedecer a mi mamá, sin importar cuánto antojo o hambre tuviera.

La verdad es que esos cacahuates ( mi lujo de $40 pesos) me supieron a transgresión, a travesura y también a crecimiento.

Hoy escucho más mi propia voz que la de nadie. Entiendo de dónde provenía la tuya, mamy, y honro cada cosa que me enseñaste y diste. Hoy utilizo cualquier pequeño detalle para recordarte, para alegrarme con la intensidad con la que tus enseñanzas resuenan en mí, pero también celebro que no me quedé detenida en el tiempo ni he dejado de atreverme.

Para algunos puede parecer una anécdota sin importancia, pero estoy segura que otros comprenderán muy bien que salir sin suéter, andar descalzos, comer cosas frías, o bien tomar algo del servibar, puede significar mucho más que un detallito. Es tal vez la reafirmación de un yo, con una sonrisa al pasado y un agradecimiento eterno por quien ha cuidado de nosotros en todo sentido.

Celebra allá arriba, mamita, y como dice mi querido Dr. César Lozano: Flores al cielo.

Hazle caso a tu abuelita

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Doña Chelito era genial. Una abuelita tabasqueña ,coqueta, pianista, presumida, egocéntrica, adicta a Liverpool y hoy entiendo, muy sabia.

En aquella época, yo trabajaba como maestra de preescolar  por las mañanas y por las tardes, estudiaba la licenciatura. El colegio me quedaba a la vuelta de su casa y como yo me estacionaba ahí; ella me esperaba todos los días en la puerta con un jugo de manzana, por si me había salido de casa sin desayunar.  Jamás me perdería yo de mi sacrosanto primer alimento del día. Si en algo he sido constante en la vida, es en mi buen apetito, pero era un detalle precioso verla ahí esperándome con el vaso en  la mano y su hermosa sonrisa, así que diario me bebía yo su amor a las 7.50 de la mañana.

«¿Qué pasó mijita?» me decía con su acento choco. «Nada abue , voy a trabajar y de ahí a la universidad.»  «Deberías de estudiar computación Gaby linda», me decía aun sabiendo que yo cursaba ya el cuarto semestre de Literatura. En aquel entonces su comentario me parecía una necedad  y hoy lo veo como sabiduría pura.

Aquella visionaria mujer de poca estatura y mucho seso, veía clarito venir que un día yo estaría frente a la computadora un promedio de por lo menos 6 horas diarias . Sabía de alguna forma mágica,  que tendría que acabar sucumbiendo a lo que tanto me había resistido que era dar terapia en línea y que además, las clases que amo impartir, migrarían  eventualmente a un formato virtual. Es más, segurito presentía que hasta con las amigas tendría yo que interactuar por zoom.

Yo que huía de área uno en la preparatoria precisamente porque me jactaba de no querer tener que ver nada en la vida con números ni máquinas; dedico hoy un tiempo en pantalla de celular de por lo menos tres horas diarias divididas a ratitos  entre el Instagram, Facebook, Twitter, tres cuentas de correos, mensajes y atención a mis alumnos de diplomado en línea.

Caray, cómo no le hice caso. De haber sido así, hoy no tendría dolores de espalda de tanto estar sentada. La posición la tendría dominada. Los ojos no me arderían ni me saltarían como a veces lo hacen de tanto fijar la vista. En fin, que sería una técnica extraordinaria en lugar de una humanista atrapada en un presente más virtual que real, sin la posibilidad de abrazar a la persona a la que consuelo o guío. No cabría en mí la inmensa añoranza que hoy siento por las ferias del libro y las reuniones de autores. Estaría tranquila acariciando mi teclado y escuchando la voz de los que me importan a través de unos audífonos.

Hoy todo eso me es muy difícil. Extraño los abrazos, las clases presenciales, las conferencias y las firmas de libros. No me resigno ni conformo con trabajar desde casa, comer diario en casa y dormir en casa sin posibilidad de una escapadita vacacional y la increíble plática con carcajadas reales de mis amigas en lugar de un «je,je » escrito en un Whats app.

No cabe duda que las abuelas ven cosas que nosotros no imaginamos ,así que les sugiero  que se hagan el futuro  más llevadero y que por si acaso,  le hagan caso a su abuelita.

Ten cuidado con lo que pides…

Sé que he estado muy calladita por aquí. Después de mi última entrada en el Blog, comprendí que hay que tener cuidado con lo que uno pide, especialmente, porque se le puede conceder. Hoy estoy hecha una lagartija metida en casa, comiendo a gusto, disfrutando un poco de sol y sin embargo… no estoy feliz. Ahí está el pero que siempre tenemos que poner los humanos. Siempre hay algo que nos preocupa, que nos angustia, que nos roba la paz.

He estado pensando en escribir y por una cosa u otra no había podido hacerlo. El otro día iba caminando a mi consultorio por ahí de las doce del día y escuché cantar un gallo. Lo juro, en plena avenida se escuchó el cantar de un gallo no muy tempranero, pero sí muy afinado. Eso fue el empujón final para tomar esta computadora y ponerme a teclear.

El mundo está loco; se volvió loco, lo volvimos loco, lo echamos a perder. Los gallos no cantan a la hora que deben, los niños no pueden salir a jugar y convivir con otros niños, nosotros no podemos abrazarnos con amigos ni hacer contacto visual con alguien que te topas en el supermercado. Nos cambió todo, no de la noche a la mañana, fue paulatino, sutil, pero absoluto. Hoy detecto miedo en los comentarios de las personas, se tiene miedo a hacer planes para viajar y desconfianza para realizar cualquier compra o inversión. Nos arrebataron certidumbre, la cual, dicho sea de paso,  en verdad nunca hemos tenido.

Habemos un grupo numeroso y sensible de personas que no queremos rendirnos ante el miedo y que estamos hartos de vivir con la palabra crisis. Que tenemos ganas de viajar, de visitar el mundo antes de abandonarlo, de sonreír y ser felices. Hoy nos tacharían de  inconscientes o «mala influencia» como cariñosamente me llamó una amiga hace poco.

Sí soy mala influencia porque pido rebeldía, porque me niego a entregar mi paz o mi esperanza. Porque no quiero ver todo catastrófico y comentar que se va a poner peor. Porque me alegro de no saber de economía y sí de generosidad. Porque aún no tengo tanto miedo de compartir mis logros y no pienso que alguien  usará esa información en mi contra. Soy malísima influencia porque ya no volteo a ver a nadie para compararme o competir, camino lo que me toca con actitud y con la frente en alto. Por que a pesar de todo lo que está pasando en el mundo, sin ser insensible a ello, yo aún quiero reírme, bailar y lucho por ello.

Por mi profesión, me toca decirle a las personas no lo que quieren oír, sino lo que tienen que escuchar: el despertar de nuevo a la vida, la vuelta a la felicidad después de una pérdida, el cese de la lamentación y añoranza. Yo me la paso invitando a todos a vivir  porque creo que la vida bien vale la pena aunque en ella haya muerte, impunidad, corrupción, maldad y Coronavirus.  En respuesta  a ello, algunos me mandan bendiciones, otros mariposas azules y otros justo me quieren cortar las alas. Sin embargo, mientras las tenga, seguiré volando alto, sola o acompañada, pues sé que cada día estoy un poquito más cerca del cielo y más lejos de la tierra; no por ser una estrella, sino por ser mayor. Nadie se está haciendo más joven y yo, sí tengo prisa por vivir. La ocasión es hoy.IMG_7895

 

Quiero ser lagartija

Perdonen esta aparente falta de ambición, pero después de pensarlo mucho, he decidido que me gustaría ser lagartija. No una cualquiera, expuesta a los peligros del bosque y a encontrar alguien que quisiera morderme la cola. Creo que mi infancia, al igual que la de muchos de ustedes,  está marcada por haber visto una lagartija con la cola mocha y haber obtenido como respuesta paterna que algún otro animal se la había mordido. El reino animal parecía muy feroz entonces, muy salvaje, pero hoy luce completamente inofensivo en comparación al humano. Quiero ser la lagartija que vive en el pequeño jardín a la entrada de mi casa.

Todos los días cuando llego apurada como siempre con el tiempo muy medido para comer  y volver al consultorio; al abrir la puerta, veo correr avergonzada a una lagartija de mediano tamaño con tonos entre verde y café. Claro que se apena, pues la descubro asoleándose, disfrutando de unos metros de pasto que me han costado muchos años adquirir. Ella, ociosa y perezosa seguro que se levanta tarde, hace sus ejercicios matinales( obvio unas cuantas lagartijas que llamaremos «push ups» para no ofenderla) y después sale a buscar su desayuno. Hay muchas plantas así que seguro que en ellas encuentra un banquete que devora sin culpa hasta quedar satisfecha.

Después de eso todo es asolearse. Cuidarse de vez en vez cuando Lara decide salir a ladrarle a los peatones. No es que tenga miedo de que se la coma, mi perrita sería incapaz, pero es muy pesada eso sí ,y podría pasarle por encima  con toda facilidad. Fuera de esos pequeños inconvenientes, la lagartija goza de un merecido sol, un descanso reparador y cero estrés. Pero claro, cuando escucha la llave en la cerradura y doy el primer paso dentro de mi propiedad, ella corre a esconderse. Nota mi mirada envidiosa porque ella sí fija el calcio con harta vitamina D que le da el sol y no  tiene que tomarla en cápsulas amarillas como tengo que hacer yo. A ella no le preocupa nada, ni el gobierno, ni la inseguridad, ni el Coronavirus, ni la crisis, ni el desempleo. Posee una confianza básica envidiable, unas patas cortas y fuertes ( sin celulitis he de aclarar) con las que corre, es ágil, lista y se la pasa muy bien.

Por todo lo anterior, mi deseo este cumpleaños es convertirme en lagartija al menos por dos o tres semanas. Si Gregorio Samsa lo consiguió en Metamorfosis, no veo porqué yo no.

La verdad es que llego a mis cincuenta y cuatro primaveras llena de vida. Con canas, ya uso lentes, con un gran amor a los pareos largos ( muy favorecedores) y con la mejor familia y amigos que pudiera pedir. Amo lo que hago, tanto, que se me pasan las horas ( especialmente las de sol) bajo techo , casi sin darme cuenta. Me siento muy bendecida y privilegiada.

Gracias a ti, lector de este blog por conocerme tanto, por recibir y por darle oídos a palabras que siempre buscan oportunidad de salir.

Nos vemos pronto, en la vida o en el jardín.

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19 de septiembre

Yo soy mexicana; no solo un 15 o 16 de este mes. Especialmente el 19 de septiembre.

Mi segundo hijo nació un día como hoy a 10 años del sismo del 85. En el hospital veía yo en la televisión las historias de aquellos bebés que habían sobrevivido a los escombros y yo justo tenía uno en el cunero. La empatía con otros no parte de pensar que podría pasarte a ti, parte de saber que les pasó a ellos y tratar de entender y aminorar su dolor.

Para mí hoy es un día de compromiso, lo fue hace 34 años que salí a ayudar, a repartir bolsas y localizar personas. Hace 24 cuando prometí que mi hijo sería educado como un hombre de bien, sensible y bueno en nombre de aquellos padres que se quedaron con los brazos vacíos. Hace 2 cuando empecé a apoyar dolientes del sismo; hijos y padres despojados por el destino pero con un corazón lleno de amor que hoy los mantiene en pie.

Sigo en construcción, como mi país. Buscando ser mi mejor versión, saber más, ser más sabia y más humilde para poder seguir sirviendo a los demás.

Escribo estas líneas con inmenso respeto a los que hoy sienten resurgir su crisis de aniversario. Solo quise decirles que cuentan conmigo.

México,aquí me tienes desde mi trinchera, desde los micrófonos y cámaras que me prestan mandando un mensaje de sí a la vida. No me daré por vencida. Hoy lo vuelvo a prometer.

Quisiera que este día no sea tan solo un simulacro, quiero que sea un recordatorio real de la solidaridad de un pueblo, de nuestra capacidad de dar y de darnos a otros. Que sea un día que nos una, porque así, ninguna muerte habrá sido en vano.

Los abrazo.

El mar es un personaje

Todos nosotros tenemos una historia con el mar. Para algunos es una ilusión, para otros un temor y para algunos más, un refugio. El mar tiene mucho que ver con mi vida y al fin encontré la manera de rendirle el homenaje correcto.

Acaba de salir a la venta mi nuevo libro; mi primera novela: Convénceme de vivir. En ella, mandé a todas las sirenas a cantarles para regresarles las ganas de estar en esta vida.

Como tanatóloga, atiendo muchos casos de pérdidas; un ser querido, una mascota, un empleo, una mudanza, etcétera. Pero de las más dolorosas e inhabilitantes son cuando alguien llega a decirme que no sabe para qué sigue vivo.

Perder es doloroso, sentirse perdido es insoportable.

El sentido de la vida no debe depositarse en alguien que amamos o el rol que jugamos. Es mucho más grande que eso y dediqué cientonoventa y dos páginas para explicar lo que pienso al respecto.

En este libro repasarás cómo es tu relación con tu madre, con tu abuela, con todas las mujeres de tu linaje. Te plantearás por primera vez qué clase de adulto mayor quieres llegar a ser.

Aquí revisarás la importancia de la amistad, de tomar decisiones a tiempo, de la dignidad y el verdadero amor.

Esta novela es el máximo sueño de mi vida. Mi tributo a mamá, al mar y a la vida. Mi compromiso profesional más grande y el salvavidas que espero lanzar a los brazos de quién lo necesita.

Aquí me tienen.

Yo sé que tratar de convencer a alguien de algo puede ser hasta inmoral pero cuando se trata de la vida, yo seguiré intentándolo.

Mis papás ya no van a misa

He de confesar que todos los domingos voy a misa. De pequeña me acostumbraron y cuando tuve mi crisis de adolescencia rebelde, descubrí que a fuera de misa vendían unos elotes deliciosos, así que seguí yendo. Dos cosas he sido siempre en mi vida; profunda y antojadiza. Mis domingos cumplían ambas .

En la iglesia a la que asisto actualmente habían cuatro parejas de adultos mayores que  nunca faltaban. Una donde el señor iba de bastón y le costaba mucho trabajo sentarse y luego incorporarse, otra donde la señora camina en pasitos pequeños de manera muy curiosa, una más donde ambos van muy bien arreglados, no faltan, pero desde que llegan cierran sus ojos y se echan su coyotito. La última de las parejas que observamos es una muy linda que conocen a toda la comunidad, eran amigos del padre y hasta lo visitaron en el hospital cuando enfermo. Saludan a todos, les ceden el paso en la fila para comulgar  y me encanta verlos juntos porque así quiero llegar a esa edad. La primer pareja ya no asiste, ignoro que pasó pero asumo que alguno de los dos ya no está. Cada domingo busco con la mirada a los otros como diciendo «no me fallen» y mi corazón se alegra de encontrarlos.

Los que ya no van a misa son mis papás. Recientemente caí en cuenta y quiero compartirles, que ellos  para mí, son la misa. Me explico; todos nuestros seres queridos que han muerto han ido al cielo. Ahí solo puede entrar lo que ya es perfecto, como Dios. A la hora de la comunión , se dice que Dios baja a la consagración de la hostia. Si viene Él, pues vienen también  todos los que están con Él. Tu abuelita, tu tío, nuestros amigos, los hijos que no nacieron y también mis papás.

Ignoro si es correcta mi lógica y mi deducción, pero no saben la paz que me dio pensar esto y por eso quise compartírselos. Ahora siento que cada vez que voy al templo no solo tengo una cita con el mero mero, también es un reencuentro con mi familia.

Por favor, si ustedes son doctos en la materia no me vayan a sacar de mi error, porque alguien que extraña está ansioso de esperanza y consuelo.  Yo no lo busco en el alcohol ni las parrandas que bien sé que no resuelven nada. Lo encuentro en la fe, en la paz interior, en la comunidad donde oramos unos por otros.  Me lleno de paz escuchando cosas lindas como el  concepto de amor gratuito, las buenas nuevas o el reino de Dios.

Pienso que no ir a misa es como dejar plantado a alguien que te invitó a cenar y tiene tu lugar puesto en la mesa. No te va a reclamar si no vas, pero le harás falta. Y cuando vayas, su alegría de recibirte será inmensa. Ya sé que Dios está en todas partes pero como tú o como yo, también tiene una casa y le gusta que nos hagamos el tiempo de visitarla.

A mí me encanta que pasen a visitar este espacio de reflexión que es mi blog.

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¿De qué quieres tu torta?

Se llegó el 10 de mayo. Día de convulsión nacional. La madre le duele al mexicano; si la tiene y no se llevan, si ya no la tiene, si ella lo abandonó, si se la mientan…En fin, no hay quien salga ileso de un Día de las madres.

Yo no les voy a fallar, sé que muchos esperan unas palabras mías antes de mañana para poder sobrellevar el día y aquí tienen mi recomendación: échense una torta.

Mi mamy fue hospitalizada el lunes 11 de diciembre, ella había aprendido a usar Whats App gracias a la infinita paciencia que mi hijo tenía con ella y debo aclarar, sólo con ella. Así que mi mamy era un peligro en el celular. Te mandaba mensajitos diario y esperaba inmediatez en la respuesta. Terminaba sus textos con una bailarina de flamenco o con el ícono de una abuela negra con cabello blanco.

Me alegro tanto de haber respondido en tiempo y forma cada uno de esos mensajes y les cito textual el último que recibí de ella sin saber claro , que lo sería.

«Me dieron de comer un sandwich asqueroso en el hospital, pero ya me dijeron mis niños (mis hijos) que cuando salga me van a llevar a comer una torta de bacalao.»

El siguiente mensaje fue: Ma te aviso que yo tengo ya el teléfono de mi abue.

Ya no escribió más, estuvimos juntas a partir de ahí cada instante y aunque poco después ya tampoco pudo hablar, nos dijimos todo con las manos.

No quedaron temas pendientes, ni te quieros sin decir. Sólo un pequeño asunto que mañana voy a resolver. Como regalo del día de las madres para ella y para mí, voy a comerme una torta de bacalao {ánimas que encuentre fuera de temporada}.

Estoy segura que ustedes tienen su propio pendiente con su mamá, lo no dicho, el beso no dado, un perdón, en fín. Mi consejo es ese, échense su «torta» de lo que se tengan que echar porque nada alivia más un duelo en todo el mundo que la satisfacción del deber cumplido.

Los quiero y lo saben, por eso les comparto aquí mi tesoro más preciado. Quiero que en esta foto sientan mi mano y la de ella para que encuentren fuerza y valor para pasar este 10 de mayo que finalmente solo tendrá 24 horas como cualquier otro día.

Un Sí a la vida

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Después de una pérdida sientes que tu vida no volverá a ser igual. Y tienes razón.

Pero eso no significa que vaya a ser mala, ni que esté acabada; significa que cambió y que en el mejor de los casos, creciste. Debes de capitalizar a tu favor lo vivido, reasignarlo en una parte de tu mente y tu corazón donde te impulse y no te frene. Finalmente, el verdadero homenaje para quien nos ha amado, es decir siempre un sí a la vida.

Viktor E, Frankl fue el fundador de la escuela de Logoterapia. Una ciencia que te lleva de la mano para entender que no escogemos lo que nos pasa en la vida, pero sí cómo nos enfrentamos a ello. Si la actitud es la última de las libertades humanas, elijo ejercer esa libertad con templanza, con aplomo y con fe.

Sé que probablemente tú  estés un poco desencantado de la realidad que hoy nos rodea. Si ves noticieros, si lees periódicos, si escuchas el clamor en la calle, sabrás que no son tiempos fáciles. Que la sociedad está muy dividida y enojada. Que basta la menor provocación para que todo el mundo hiper-reaccione y quieran matar un ratoncito con una pistola.

No te desanimes, la vida sigue siendo hermosa y el mundo un lugar digno de habitarse. Los buenos, diría Facundo Cabral, seguimos siendo más aunque hagamos menos ruido. Por eso te pido que hagas ruido conmigo, que pases la voz de la esperanza, de la resiliencia y que le sonrías al futuro con ilusión.

Si el miedo llama a tu puerta, manda a la fe a que le abra.

Que nuestro ejército sea de optimistas, que nuestra postura vital no sea de temor ni de indiferencia, que sea de alegría por estar vivos y expectantes a las oportunidades que habrán de venir.

Yo no me cansaré de buscar espacios para compartir filosofía de vida, alegría y calma. No porque sea una soñadora incansable, créeme que desde este consultorio tengo una muestra clara de los dolores de la vida pero es aquí mismo donde he aprendido la grandeza del ser humano. Son mis dolientes mis maestros de actitud, es su fuerza la que trato de trasmitir y mi admiración por su coraje, su empuje y por la manera como el amor siempre le gana al dolor.

Tengo la mejor profesión del mundo; vivo el privilegio de acompañar a las personas en su llanto. Transitamos juntos su noche oscura del alma y lo más impresionante de todo, es que la luz siempre acaba emanando de ellos mismos.

¿No es esa la mayor ironía de todas?  Que lloramos la muerte de un ser querido porque perdió algo valioso, perdió la vida. Y muchos que la tienen, la desperdician conscientemente estando deprimidos o enojados ( que viene siendo lo mismo, porque la depresión  en el duelo, no es otra cosa que el enojo vuelto hacia mí mismo).

Gracias como siempre por unirse a mi SÍ a la vida, nos encontraremos en el camino y que por favor, sea con una sonrisa.

El amor en los tiempos de la selfie

No es porque acabe de ser mi cumpleaños, ni porque tenga la misma edad del Súperbowl; pero la verdad, la verdad, no entiendo el amor en estos días.

Tener pareja, solía ser eso; dos siendo parejos el uno con el otro. Apoyarse mutuamente, pasear juntos, disfrutarse, enfrentar la vida agarrados de la mano y tomarse fotos juntos.

Todo parecía ir bien hasta que apareció el diablo vestido disque de autosuficiencia y autoestima. Se denominó a sí mismo selfie, advirtiendo con su nombre que el egocentrísmo sería la adicción.

Qué divertido ser independiente y no tener que pedirle a nadie, que me tome una foto para recordar el lugar en el que estoy. Cambio la cámara de mi teléfono, apunto hacia mí y listo.

Al principio salías tú en chiquito o solo un pedazo de ti y el lugar hermoso detrás. Luego, el lugar fue menos importante y retratarse a uno mismo era el tema. Besito, boca de pato, carita de sorpresa y luego ponernos orejas y hocico de perro. ¿A dónde vamos a parar? diría el Buki.

Esto se ha desatado, teniendo su teléfono a la mano la mujer no necesita al hombre; estando sus amigas en treintaycinco chats al alcance de un click, quién quiere ya platicar con su pareja, mirarlo a los ojos y preguntarle cómo está.

Selfie despertando para decir buenos días a los que no amanecieron contigo. A los de casa ¿para qué?, si ya saben que los quieres. Selfie en el gym para que sepan que fuiste y lo bien que te estás poniendo. Selfie con tu desayuno para antojar a los demás y así todo el día hasta la noche donde compartes tu última imagen gritando extasiada en una fiesta, tomada por ti misma claro.

Estoy confundida, me parece una práctica solitaria. Siento que la relación más estrecha, puede llegar a ser la que tengamos, con esa extensión de nuestra mano que es tan buena, que además de tomar tu foto, le da una arregladita para que te veas tan bien que hasta te la creas que así estás.

No critico ni condeno, solo extraño cuando la foto era un recuerdo del momento y no un álbum interminable para presumirle mi vida perfecta, mi cuerpo perfecto y mis habilidades perfectas al mundo. Me pregunto cuánto daño puede hacerle esto a alguien a quien no le gusta su vida o se aburre en ella y se dedica al triste oficio de contemplar la vida virtual de los demás que desde su recámara, parece tan inalcansable.

Soy de las que necesitan de otros, para que me abracen, me tomen y salgan conmigo en las fotos. Me gusta que me cuenten un chiste para reírnos juntos y no que me compartan memes. Siento bonito que me llamen y me digan que me quieren y no manden doscientos emoticones en un mensaje encriptado por mi cumpleaños.

Quisiera que ustedes se quieran de verdad, no desde la vanidad y el auto homenaje, sino desde la aceptación de su increíble unicidad.

¿Hay más locos que piensen como yo en el amor en los tiempos de la selfie?

No hay nada de malo en quererte pero enamorarte de otro es espectacular.