Confía en mí

Hace poco viví una de las experiencias más memorables que haya tenido. Para muchos puede parecer algo muy sencillo, pero para mí fue la representación gráfica de mi vocación. Les cuento.

Harta de la ciudad, decidí ir a conocer una reserva ecológica en el caribe mexicano. Dentro de la excursión, se incluía usar un snorkel y asomarnos a contemplar un gran muro de coral. Claro que mi primera reacción fue: «Ni de loca me meto eso en la boca con todo este tema de pandemia».

Me aseguraron que estaban desinfectados y por supuesto, existía la opción de comprar uno nuevo y luego donarlo. Opté por eso. El mar estaba muy picado así que nos dijeron que solo estaríamos en el agua 20 minutos. En la lancha veníamos 5 personas a muy sana distancia. Mi amiga decidió que mejor pasaba y del resto del grupo solo una chica se animó a ir conmigo. Esta muchacha tenía una gran cicatriz en la cabeza y el cabello empezaba apenas a crecerle. Se notaba que había tenido una cirugía mayor y estaba con muchas ganas de vivir experiencias. Era su primera vez con aletas y visor, mía la tercera, así que no había entre nosotros más experto que el guía.

Nos colocamos el equipo y nos dejamos ir al agua. Él nos pidió que nadáramos lejos de la lancha para empezar el recorrido juntos y así lo hice, pero de pronto me di cuenta que la otra chica se había quedado abrazada de la escalinata de la lancha sin poderse mover. Por supuesto que sabía nadar, pero pensé que se había quedado petrificada ante el oleaje y lo frío del agua. «¡Vamos!» gritó el instructor, pero ella seguía sin moverse. Regresé para ver si podía ayudar en algo y entonces ya de cerca y a través del visor, pude ver sus ojitos desbordados a punto de un ataque de pánico.

Conozco esa mirada, la veo en mis pacientes que acuden a consulta. Perdidos, angustiados, necesitados de una mano que los guíe. Así que eso hice, por primera vez en un año, vencí la sana distancia, extendí mi mano a una completa desconocida y le dije: «Dame la mano, confía en mí». Debo de decir que ella era más alta que yo, más joven que yo, más fuerte que yo y ahí estaba YO, con gran aplomo y seguridad pidiéndole que se pusiera en mis manos.

Una cosa es hacer eso en el consultorio donde piso tierra firme, donde me siento como pez en el agua con un tema que domino y otra muy distinta, ser literalmente el pez, moviendo mis aletitas de manera arítmica.

La seguridad estuvo en mi voz, en mi buena intención y se soltó de la escalinata. Se prendió a mí de una forma que por un momento pensé que ambas nos íbamos al fondo del mar a saludar a Ariel. Pero le dije: «No te voy a soltar».

Finalmente alcanzamos al guía, que ya había pedido al capitán de la lancha le lanzaran una rueda salvavidas ( ignoro como se veía esa escena que estábamos viviendo a lo lejos, pero el instructor debe de haber pensado que se acababa de meter en el peor lío de su carrera). Ella se tomó del salvavidas con una mano y con la otra seguía apretando la mía.

Le dije que intentara disfrutarlo, que se asomara porque abajo había un mundo maravilloso esperando ser descubierto. Que la vista del otro lado era la recompensa a los valientes. Que estuviera tranquila, que traía chaleco salvavidas y que yo seguiría ahí a su lado.

Lo estoy escribiendo y quiero llorar otra vez. Metimos la cara en el agua y ahí estaba. Todo lo que yo le había prometido y más. Peces de colores extraordinarios, corales morados nunca antes vistos. Una calma, una paz por debajo de la marea revuelta que era la superficie. Nos habíamos metido en el duelo y ahora estábamos experimentando la ganancia enorme de quien vence el miedo y se atreve a ver la vida de nuevo.

Mi amiga, que se había quedado en la lancha presenciaba todo de manera sorprendida. Tomaba fotografías, ella mejor que nadie sabe que soy cero atlética o deportista, pero me dijo que parecía yo una niña en el agua. Ignoro si realmente me estaba viendo a mí ,pues habían otros grupos y todos con chalecos salvavidas de lejos nos vemos iguales, pero así me sentía yo. Una niña feliz que le había dado la mano a otra y que esa otra sin saberlo, me había hecho sentir poderosa, útil e importante.

Ella aprendió a snorkelear, yo a vivir a mis 55 años.

Así sucede en terapia también; alguien viene pensando que recibirá y no tiene idea de cuánto está dando con ello.

La vida nos sorprende. Sal a vivirla y confía.

10 pensamientos en “Confía en mí

  1. Hola Gaby, a mi me pasó exactamente lo mismo en esa actividad. Tenía mucho miedo porque no se nadar, pero ahí fui yo con el salvavidas aventurandome a lo desconocido, entumida por el frío y ¡por los nervios!… El joven que manejaba al grupo me dijo literal: «avanza con tus pies, no te voy a soltar» avance en un primer momento más por mecánica que por ganas, y nos paramos en el que consideraba «en medio del mar».
    «Ay no, pensé, ahora la lancha me queda demasiado lejos, el guía se había alejado un momento para traer a los rezagados y ahí estaba yo,» en medio del mar» sin saber mucho que hacer pero con la curiosidad de ver algo que nunca había visto (o al menos así nos vendieron los tickets). Para este momento, el guía que se había acercado de nuevo y al ver el pánico en mis ojos me dijo: «creeme que ha valido la pena el viaje hasta aquí, que te hayas decidido a hacerlo» (mi pareja había bajado de la lancha y se había quedado paralizado en las escaleras y decidió regresar a ella y no hacer el viaje). Entonces me dijo «¿estas lista?, asentí.
    Lo que vieron mis ojos no lo he olvidado hasta la fecha, montañas de coral, con aquí afuera, majestuosas y en calma. Peces como lo mencionas, de hermosos colores en su ambiente y majestuosidad. El lanchero al ver mi emoción (en mis ojos por traer puesto el snorkel) me dijo: «ven dejate llevar y verás algo más sorprendente» me llevo a nadar con las tortugas y mantarayas y a avanzar muy cerca, sin tocar claro, el ambiente marino. Amé esa experiencia. Gracias por recordarmela con tus palabras. Hoy vivo una situación que me ha llevado a estar profundamente triste y recordar esta experiencia me ha animado a hacer todo lo que este en mi para volver a vivirla. Muchas gracias Gaby, te sigo en tu podcast y ya he leído 2 de tus libros. Eres una gran maestra y ser humano. 💓🙏🏼✨ ¡Gracias por tanto!

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  2. Muy buena experiencia, así yo me encanta el mar y no tengo miedo disfruto mucho de él.
    Tienes cursos de desarrollo humano en línea??? Invitenme.

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  3. Gracias por compartir esta experiencia. El poder de tus palabras, de dar la mano y la confianza que transmites, para poder soltar tal vez el miedo.
    Dios te permita continuar en este camino de ayuda y ofrecer una mejor calidad de vida a los que estén cerca de ti..! Un corazón hermoso! 💕

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  4. Cada experiencia de vida nos deja un aprendizaje… Hoy mis papás cumplen 50 años de matrimonio… Un viaje de vida en donde aunque no han visto peces dentro del mar porque no saben nadar, han vivido experiencias que los han llenado de felicidad y que les han permitido sortear las dificultades de la vida… Un abrazo grande Gaby desde San Luis Potosí.

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  5. Que bella experiencia de vida!! Seguro esa chica jamas olvidara tu mano porque eso le dio la seguridad y la confianza de avanzar a un mundo desconocido y que al final le regreso parte de vida.
    Gracias a ti por siempre ayudarnos. Hoy por hoy estoy viviendo un duelo por la muerte de mi amada madre, he atravesado por todas sus etapas y siento que me estanco en una: La culpa y no por no atenderla y darle todo mi amor, mi tiempo y mi vida, me siento con culpa porque al final me toco decidir no intubar y dejar ir.
    Muchas gracias por tus podcast, por tus libros y por tus tanatotips, te admiro como profesional pero mas como ser humano, bendiciones.

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  6. Gaby, vine a desayunar sola a un restaurante delicioso que le habría encantado a mi mamá EPD porque está decorado con elefantes que ella amaba.
    Estoy leyendo tu blog por primera vez. Los otros 3 escritos que he leído me habían hecho sonreír, este me sacó la lagrimita :’) Gracias por acompañarme en mi duelo con tus podcasts que escucho todos los días.

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