La Navidad tiene este efecto en mí; vuelvo a ser niña. Me lleno de ilusiones, me sorprendo con los regalos y demostraciones de afecto, hago propósitos, agradezco y no puedo dejar de sonreír ante las luces y hermosos adornos navideños.
Es sin duda ésta mi época más feliz del año. Lo es a pesar de: que no tengo ya a toda mi familia de origen con quien celebrarla, de que mi mamy ya no puede acompañarme donde yo vaya, que no todos comparten este espíritu conmigo y a pesar de que mi país padece tantos azotes e infortunios.
Entonces recuerdo que los niños no se preocupan por todas estas cosas, viven el momento y dejan sentir la alegría sin ponerle tantas restricciones y condicionantes a su felicidad. Abren su corazón y le permiten latir con fuerza. Eso haré yo este año.
Cierro un 2017 con amigos nuevos, grandes amigos que se han sumado a la alegría de presentar mis libros, grandes cómplices que los han leído y me han permitido tocar sus vidas. Llevo pegados en mi alma cada uno de los casos, las historias y el dolor de mis pacientes. Necesito decirles que me han cambiado, que me han hecho más profunda, más empática y más sensible.
Quiero que sepan que por ustedes he entendido porque no tenía que estar aquí en mi País cuando el sismo de Septiembre; debía de no haberlo vivido en carne propia para no contaminar con mi experiencia lo que ustedes habrían de contarme. Era a través de sus ojos que yo tenía que mirar ese suceso.
No fue la sacudida de la tierra la que cambió mi vida; fueron ustedes. Gracias por ello y prometo que con todo ese estambre de colores que me han confiado; recuerdos y escenas cargadas de emotividad, habré de tejer una cesta apretada que nos contenga a todos con cariño y esperanza.
El otro día pasé por Calzada de Tlalpan de regreso de grabar un programa de radio; había un edificio muy, muy dañado acordonado y en su base a tan solo unos metros tiendas de campaña habitadas por algunos de sus antiguos propietarios que no tienen a donde ir. Viven ahí contemplando las ruinas de lo que fue su hogar y a la vez cohabitan con la burocracia y los tiempos eternos de las autoridades para reparar el daño. Estaba haciendo mucho frío y yo traía unos suéteres en el coche. Me estacioné un momento y bajé para ver si podían servirle a alguien. Ahí dentro de uno de esas tienditas de campaña carentes de casi todo, había un arbolito de navidad adornado con esferas y foquitos que colgaban de un cable conectado a la luz de la calle. Me quedé sin palabras. Eso es grandeza. Eso es espíritu navideño y no bromas.
Por eso y por ellos no pierdo ni perderé mi cara de niña, mis esperanzas, mis ilusiones que me toca compartirles, porque pienso y seguiré pensando que las personas somos más grandes que cualquier desgracia.
Feliz Navidad , que haya Paz y Bien en todos sus hogares y que se renueve en el corazón de cada uno de ustedes la ilusión de estas fechas cuyo verdadero significado es el amor.
Esa empatía nos saca adelante de cualquier obstáculo… Un abrazo Gaby…
Me gustaMe gusta